Día a día, 25 pasos que pueden llevarnos a la verdadera Navidad: Jesús Naciendo en nuestros corazones

viernes

DÍA 12: Mi aportación


La inusual propuesta de ayer consistía en pensar en qué le pasa al mundo por un día completo, sin refugiarse en respuestas rápidas. Sin caer en alarmismos negativos ni en sueños irreales.
Hoy, desde la empatía lograda, vamos a asumir una pequeña tarea que pueda aportar algo positivo que este mundo necesita. Puede ser en cualquier área:
  • en los problemas ecológicos,
  • la necesidad de fortalecer la participación ciudadana,
  • actuar con valores de cercanía y respeto,
  • dar un freno al consumismo,
  • sensibilización ante las desigualdades económicas,
  • promoción de la espiritualidad,
  • rescate de la educación en valores de las nuevas generaciones,
  • promover una cultura de paz,
  • mejorar la capacidad de diálogo entre personas y naciones,
  • superación del egoismo mundial,
  • respeto a la vida,... (Más ideas en los comentarios aquí abajo).
Sabemos que la complejidad de estos problemas es inmensa. Que las inversiones económicas e intelectuales para conseguir una nueva fuente de energía alternativa son de una dimensión planetaria.

Pero, por otro lado, sabemos que el comportamiento de una persona puede cambiar el mundo. Incluso si está en el lugar más remoto del planeta y despojada de todo poder económico y social. Eso lo explica muy bien el efecto mariposa, que dice que el aleteo de una mariposa en Birmania puede alterar ligeramente los equilibrios del sistema hasta hacer que se desvíe un huracán hacia las costas de Yucatán.
Pero nosotros sabemos muy bien que además de la interconexión de sistemas a nivel planetario, hay una evolución espiritual y un poder de Dios que ya está en este mundo, actuando desde la pequeñez y la humildad. Dios quiere un cambio en este mundo y está empeñado en la lucha por el amor en el ser humano.
La beata Madre Teresa de Calcuta es un ejemplo de esa coherencia perseverante que puede cambiar la sensibilidad del mundo (a cambio de dedicar la vida a algo que valga la pena).

Por eso vamos a sembrar nuestra insignificante semilla. Hoy es el momento de la decisión, del plan inteligente y comprometido. Y no es pérdida de tiempo pensar sin hacer nada durante un día, si el plan es astuto y perseverante.
Puede ser algo muuuy pequeño, como:
  • saludar sistemáticamente a todos los conductores de autobús,
  • o subir andando las escaleras del metro para consumir menos electricidad,
  • o dedicar cinco minutos a ordenar mi habitación,
  • o empezar un microproyecto de ayuda,
  • o enviar cada día una frase del Evangelio por Twitter, o.......
Cosas minúsculas, pero la vamos a asumir con sentido, conscientes de ir contra corriente, de que hoy, mañana, o tal vez nunca veremos los resultados.
Pero hemos empezado a cambiar el mundo.
Y una pequeña difusión de actitudes, o un reequilibrio del sistema, y en todo ello el poder de Dios, y...

DÍA 11: ¿Qué le pasa al mundo?


Hoy toca preguntarse.
Es muy sencillo.
No creas que es poca cosa.
Mucha gente sabe que el mundo va mal. Pero tienen ideas simplificadas, hechas de opiniones de otros y de soluciones simplistas.

Nosotros nos vamos a preguntar. Con una pregunta insistente, llena de fe en Dios que toma con cariño el corazón de las personas que habitamos este mundo.

Qué te pasa, pequeño mundo.
¿Qué te pasa?
¿Porqué nos agredimos en vez de convivir con paz?
¿Porqué devoramos los recursos y contaminamos el planeta sin que los gobiernos quieran hacer algo?
Piensa. No pienses soluciones. Simplemente, purifica tu mirada intelectual, asume los mil matices de la realidad en todos sus múltiples niveles.

Piensa delante de Dios.
Y confía

TERCERA ETAPA: ¡QUIERO UN MUNDO MEJOR!


Con estos cinco primeros pasos hemos llegado a nuestra tercera etapa. Seguimos buscando la transformación de nuestro corazón para que sea un lugar apropiado para Cristo que nace.
La primera etapa discurría por los caminos de la vida personal, dándonos las riendas para el control de nuestra vida.
La segunda etapa nos ha guiado hacia la maravilla de vivir con otras personas, preparándonos para el mensaje del Evangelio.
La tercera etapa nos invita a recorrer un entorno fascinante pero peligroso: el deseo de cambiar el mundo. Es un paisaje conocido porque tantas veces, cuando éramos niños, soñábamos con cambiar el mundo. Con ser persona exitosas como profesionales y como parte de una bonita familia, pero haciendo cosas por los demás por el gusto de ayudar. Este es el perfil que se recoge constantemente entre los muchachos cuando les pedimos que nos digan qué quieren ser de mayores.
El problema es que los mayores ya les hemos fallado. Más allá del estallido de esperanza y novedad que supuso la celebración del paso al tercer milenio, muchas generaciones que poblamos este mundo andamos escasos de esperanza.
No creemos que ser buenos o eficaces como ciudadanos vaya a cambiar gran cosa del mundo. Somos pesimistas en lo colectivo, los problemas son tan grandes, las soluciones tan complejas, hemos visto tanta violencia e individualismo egoísta...

Nosotros nos proponemos cambiar las cosas. Queremos que este pequeño planeta azul siga el rumbo de felicidad que Dios trazó para él.
Y ponemos nuestro empeño realista en conseguirlo.
¿Te animas?