Día a día, 25 pasos que pueden llevarnos a la verdadera Navidad: Jesús Naciendo en nuestros corazones

miércoles

DÍA 23: Boto lo que no sirve


La preparación del corazón para recibir a Jesús se parece mucho a la preparación de la casa para recibir invitados, como ocurre en las cenas navideñas.
Podemos hacer una limpieza superficial, solo de lo que se ve, o podemos, porque vienen invitados, limpiar la casa a fondo y arreglarla bien, para así recibir dignamente al que viene, y así sentirnos orgullosos de nuestro hogar.

En Venezuela, igual que en otras partes del mundo, se toma muy en serio el arreglo de la casa por Navidad. Si se puede, se pinta de nuevo toda, en colores llamativos y bien combinados, y cada persona intenta estrenar algo nuevo el día de Navidad.

Nosotros queremos preparare por dentro el corazón. Tenerlo bien pintado para cuando el llegue, limpio, fresco, habitable, con espacio suficiente... ¿espacio suficiente? ¡Nos hemos olvidado de botar todos esos chécheres! (tirar todos esos cacharros). Efectivamente, en la casa una de las cosas que más crecen, junto con la factura de la luz, es el montón de cosas inútiles que vamos guardando: recuerdos de cada viaje y de cada bautizo o comunión, muebles que quedaron medio inservibles, bicicletas viejas, herramientas rotas, juguetes de cuando éramos pequeños, ropas por si acaso,...
En lo espiritual, el acumularse de cosas inservibles es aún más grave. Tenemos el corazón lleno de viejas culpabilidades de cosas que fueron perdonadas, pero que, por alguna extraña razón, las dejamos ahí en el trastero. O acumulamos bellas experiencias de oración como si eso nos justificase ahora que no rezamos (Ez 18,24). O de recuerdos traumáticos que usamos como triste excusa para no comer esto, para rechazar aquello, para odiar a ese...
Más aún, mantenemos por todas partes viejos remordimientos de errores del pasado, que no queremos aceptar e integrar. Esos remordimientos nos hacen ser fuertes en los propósitos, pero débiles en la fe y la confianza en un Dios que ya olvidó hace muuuucho tiempo esos pecados.
Y también acumulamos sueños dispersos. Sueños que no se cumplieron ni de lejos – de hecho, solo fueron sueños, nunca luché por ellos – y que no dejan espacio a los nuevos sueños por los que sí debo luchar.

Y mientras tanto, no queda espacio para Dios en el presente de mi corazón. En el aquí y ahora de mi salvación, en este kairós (tiempo favorable, 2 Cor 6,2), Dios quiere encontrarme. La salvación es hoy, nunca es en el pasado, no queda para un futuro desconectado (aunque siempre se da en nuestra historia de salvación que suelda pasado, presente y futuro esperanzado).
Por eso, la tarea de hoy es bien sencilla. Voy a botar (tirar, deshacerme, regalar) algunas cosas inservibles, cosas de mi casa o mi habitación, y cosas de mi conciencia. Alguna de cada campo.
Así mi habitación y mi corazón estarán más amplios y espaciosos para recibir al Señor que viene.